A veces experimentamos el presente como si estuviéramos recordando el pasado, y a veces vivimos con la consciencia de que un día en el futuro recordaremos el día de hoy. Así, nuestro sentido de la historia en ese preciso instante es similar a lo que sentimos en un museo.
Orhan Pamuk
El acto de percibir es el acto de memorizar. Decimos esto ya que al enfrentarnos al espacio lo primero que hacemos es percibirlo con nuestros sentidos, y estos apelan directamente a la precategorización. Percibir no es solo sentir un espacio, sino que es el inicio de un acto más profundo que tiene que ver con la creación de recuerdos. En la medida en que el espacio sea más llamativo para nuestra atención, este será más fácil de ser recordado. Para ello, deben existir cierta cantidad de estímulos, que dispuestos de cierta manera, lograrán hacer que el usuario se enfrente a un lugar memorable.
Como diseñadores de espacios/escenario, debemos tener en cuenta este acto de recordación, ya que el primer encuentro del habitante con el lugar es el que determinará su pensamiento sobre el mismo. Según Juhani Pallasmaa en su ensayo Espacio, lugar y atmósfera: percepción periférica en la experiencia existencial, las personas poseemos una capacidad innata de percepción de atmósferas, o lo que él también denomina intuición. Esta se refiere a la posibilidad de interiorizar estructuras emotivas abstractas o de proyectar nuestras emociones en estructuras abstractamente simbólicas. Además, este autor agrega que la experiencia de un espacio tiene que ver con el intercambio y fusión que se realiza entre el objeto y el sujeto (Pallasmaa, Espaço, Lugar e Atmosfera. Percepção periférica na experiencia existencial, 2012).
Para poder crear este estado primario de percepción, los estímulos que provee el lugar no deben limitarse únicamente a aquellos dirigidos a los sentidos aristotélicos – vista, tacto, gusto, oído, olfato -, sino que, según Pallasmaa, deben apelar a otros como la orientación, gravedad, equilibrio, estabilidad, movimiento, duración, continuidad, escala e iluminación. Si tenemos esto en cuenta, veremos que el sentido de percepción es más amplio de lo que normalmente se piensa, por lo que la atmósfera se construye no desde una proyección cónica de la realidad, en la que la atención va a los detalles, sino que debe ser generada a través de la percepción periférica, aquella que nos hace crearnos una idea sobre algo, aún cuando no lo hemos experimentado en su totalidad.
Es por todo esto que proponemos memorizar como el primer estado del acto perceptivo del espacio. Este supone un contacto directo con la forma, ya que es esencial el intercambio entre las pieles del sujeto, objeto y espacio. Se podría decir que el acto de memorizar tiene que ver también con los enlaces o intersticios que se crean entre estos cuerpos para que pasen a una segunda fase, que tiene que ver con la categorización o construcción del recuerdo.
Construir es una palabra proveniente del latín, que a primera vista está relacionada con la arquitectura o la ingeniera, ya que puede referirse a la creación de una nueva obra. Sin embargo, una disciplina tan disímil como lo puede ser la gramática la utiliza para referirse a la elaboración de una oración a través de la unión de palabras. Es precisamente de esta forma que funciona el acto de recordar, la mente reúne una serie de estímulos ya categorizados y los organiza de tal modo que la persona es capaz de imaginar aquello que en su momento experimentó.
Sin embargo, no todos los estímulos llegan a ser categorizados, y por ende recordados. Solo aquellos que logran captar nuestra atención, debido a la atención que prestamos a ellos, son los que logran construir una idea sobre la experiencia. En este caso, son los que tiempo después nos permiten transitar nuevamente por un espacio desde la memoria.
Es así como en el acto de construir no hacemos una réplica de aquello que observamos, sino que hacemos una reconfiguración de aquello que recordamos. Es así como la percepción del espacio comienza a pasar de un acto físico a un acto simbólico, pues en nuestra mente, comenzamos a atribuirle características que el espacio no manifiesta por si mismo. Por ejemplo, podemos decir que un espacio es grande o pequeño de acuerdo con la comparación que hacemos con referentes anteriores (otros lugares experimentados), aunque en el momento de memorizar lo hayamos percibido tal y como es.
La construcción o recordación de un espacio tiene que ver con convertir todo aquello que es tangible en un intangible, pero que al mismo tiempo posee las mismas capacidades de habitabilidad, en el sentido que el espacio, al recordarlo, puede ser transitado a través de la memoria. Pallasmaa decía sobre esto que vivimos simultáneamente en mundos materiales y mentales y ellos están constantemente fundidos (Pallasmaa, Espaço, Lugar e Atmosfera. Percepção periférica na experiencia existencial, 2012).
El diseñador de espacios/escenario, así como todo aquél que se dedique a las labores llamadas creativas tiene acceso a un tercer estado, el de la reconstrucción, el cual se refiere al ejercicio que se hace para la resignificación de una experiencia. Es aquí donde las percepciones y construcciones del lugar son susceptibles a una transformación, en las que se les incorpora un valor simbólico, que puede incluso ser el detonante de otro concepto. Por ejemplo, el color de una habitación infantil puede ser el punto de partida para hablar sobre cómo afecta la migración a las personas, en el momento en el que se enfrentan a dejar su hogar y vivir en una casa carente de recuerdos.
Si revisamos el significado de reconstruir, nos encontramos con que esta palabra se refiere a la evocación de recuerdos o ideas para completar el conocimiento de un hecho o el concepto de algo. De igual modo, tiene que ver con la reproducción o recordación de todas las acciones y circunstancias de un hecho pasado para completar su conocimiento.
Nos llama especialmente la atención esta última definición, ya que es en el momento en el que el artista se enfrenta a la reconstrucción cuando el conocimiento de la experiencia se completará. Es decir, cuando una casa deja de ser tal para convertirse en un hogar, culmina la incorporación de una carga afectiva, simbólica, existencial, que nosotros proponemos sea preservada, ya que son estos aspectos los que además generan un sentido de pertenencia en sus habitantes.
La casa no solo dispensa en el interior calor y comodidad, sino que respecto al exterior le da al hombre firmeza y fuerza para prevalecer contra el mundo. Una casa es un medio para enfrentarse al cosmos (…) la casa nos ayuda a decirle a todo y contra todo: seré un habitante del mundo a despecho de él (Bachelard, 1975).
Bachelard en este fragmento de La poética del espacio convierte a la casa en algo más que un simple contenedor de vida, ya que le atribuye otras caracterísitcas que enaltecen su función. Es por ello, que como diseñadores de espacios/escenario, proponemos la revitalización de lugares ya construidos, abogamos por la recuperación y restauración de espacios que albergan una memoria colectiva sobre las imposiciones de destrucción para construir lugares faltos de significado. Esto no quiere decir que nos opongamos a lo nuevo, sino que lo viejo debe ser respetado hasta sus últimas consecuencias, ya que estos son la prueba fehaciente de los hechos que ocurrieron.
En vez de construir por rellenar espacios que son considerados como ociosos por algunos sectores de la sociedad, apelamos nuevamente a las palabras de Juhani Pallasmaa para apoyar la necesidad de conservación, y caso de ser necesario, la renovación de espacios ya construidos:
Insertar nuevas estructuras funcionales, estéticas y simbólicas hace un cortocircuito con la lógica inicial del edificio y abre nieveles de experiencia emocionales y expresivas inesperadas. Los ambientes arquitectónicos que acumulan ingredientes contradictorios proyectan una riqueza sensorial especial y un encanto empático. Muchas veces el museo, oficina o espacio residencial más agradable es aquel que fue instalado en un edificio existente adaptado (Pallasmaa, Espaço, Lugar e Atmosfera. Percepção periférica na experiencia existencial, 2012).
Referencias bibliográficas:
Bachelard, G. (1975). La poética del espacio. México: Fondo de Cultura Económica.
Pallasmaa, J. (2012). Espaço, Lugar e Atmosfera. Percepção periférica na experiencia existencial. En J. Pallasmaa, Pensamento em forma: dez ensaios sobre arquitectura (págs. 13 - 24). Porto: Centro Regional das Beiras da Universidade Católica Portuguesa.
·Pamuk, O. (2012). The Innocence of Objects. New York: Abrams Books.
Nota de la autora:
Este es un fragmento de nuestra cartografía reflexiva para el programa Especialización en Intervención Creativa de la Colegiatura Colombiana, Medellín.
Nos reservamos todos los derechos de reproducción parcial o total de este trabajo. Cualquier uso de este texto sin la correcta cita se considerará como una infracción a los derechos de autor.
Puedes consultar otros textos académicos de nuestra autoría en https://colegiatura.academia.edu/AdrianaLorenzo
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