La piel como metáfora para abordar el significado del espacio y su percepción nace desde la lectura hecha a la arquitectura fenomenológica de Juhani Pallasmaa, en el que se busca recuperar el papel protagónico de lo táctil, al cual él denomina como háptico, para la percepción y sobre todo el diseño de nuevos espacios.
Este concepto él lo contrapone al óculocentrismo, el cual determina que es un mal del que ha padecido la humanidad desde el renacimiento, cuando los nuevos edificios comenzaron a ser construidos para ser placenteros para la vista y no para ser sentidos. Esto incluso afectó la elección de materiales, ya que se convirtieron en espacios que pueden parecer incluso distantes por la temperatura y color de estos.
Este último punto me sirve como punto de conexión con el tema abordado por Peter Zumthor en su conferencia Atmósferas, en la cual, él considera a este término como una categoría estética que determina los entornos y las cosas a mi alrededor. Para Zumthor, la atmósfera habla de una sensibilidad emocional, una percepción que funciona a una increíble velocidad y que los seres humanos tenemos para sobrevivir. Además, considera que reunir cosas y materiales significa crear espacio.
Es interesante tomar los puntos de vista de ambos autores, ya que ellos crean espacios para sentir y no sólo para que se vean bien, y es que para Pallasmaa, existe una genuina preocupación por la supresión de los sentidos, exceptuando la vista, lo que tiene una influencia directa en la manera de pensar, enseñar y criticar la arquitectura; Zumthor por otro lado, destaca especialmente la importancia de otros factores – relacionados con la sensación – que son fundamentales para el espacio, como lo son la temperatura, el tiempo, y el que más me ha cautivado: el sonido del espacio.
Sobre el sonido, Zumthor explica que el arquitecto – o en este caso diseñador -, debe pensar desde el silencio e imaginarse qué cualidades auditivas tendrá desde las proporciones y los materiales. Él hace una pregunta, además, que creo rompe con lo que comúnmente se piensa sobre el espacio, al menos desde la disciplina del diseño: ¿Cómo suena realmente un edificio cuando lo atravesamos?. Esta última idea también tiene una resonancia conmigo, ya que desde que era muy pequeña, he estudiado piano, por lo que la propuesta de Zumthor hace que otro de mis quehaceres pueda enriquecer y darle un sello identitario a los espacios que concibo.
Zumthor, en el apartado que hace sobre la arquitectura como entorno, cita a Peter Handke de la siguiente forma: Pero yo vivo sólo de los intersticios, y esta idea, a su vez, la relaciono con un apartado de Pallasmaa en el que dice lo siguiente: En la experiencia del arte tiene lugar un peculiar intercambio; yo le presto mis emociones y asociaciones al espacio y el espacio me presta su aura, que atrae y emancipa mis percepciones e ideas. Además, cita a Ludwig Wittgenstein para completar esta idea, diciendo lo siguiente: En realidad, trabajar en filosofía – como en muchos sentidos en arquitectura – no es más que trabajar sobre uno mismo, sobre la propia interpretación de uno mismo, sobre cómo uno ve las cosas. Tomo estos últimos conceptos para apoyar mis percepciones del uso actual del espacio, específicamente en la ciudad de Medellín.
Debido a mi condición de extranjera, me he dado a la tarea de pensar sobre los usos que damos a la palabra y el espacio casa, y cuando este se transforma para convertirse en el contenedor de un concepto que lleva una carga simbólica y emocional mayor de lo que pueden mantener en pie cuatro paredes. Considero que es precisamente cuando existe un significado, tanto en el lugar, como los objetos que contiene el espacio, la persona desarrolla un apego y la casa pasa de ser algo meramente formal a convertirse en un hogar. Por ello, considero que esta cantidad absurda de construcciones a la que es sometida la ciudad, hace que las personas no tengan el tiempo suficiente para desarrollar vínculos con sus espacios, convirtiéndoles así en desechables. Considero que esto es muy fuerte, ya que han hecho que se pierdan conceptos como el de residencia familiar.
Me permito pensar que, muchas tendencias actuales como lo vintage, los mercados de pulgas y antigüedades, y esa búsqueda incansable por el producto único y artesanal – por el que las personas pagan cantidades inimaginables de dinero – responden a una búsqueda inconsciente de la memoria, que de alguna manera compensen la asepsia y la falta de recuerdos que se dan en mi entorno. Es a través de estos objetos que soy capaz de darle una piel de significado, al espacio vacío, que de alguna manera creen historias y generen sentido de pertenencia con el lugar.
Considero que este proceso es difícil de darse, ya que la arquitectura en si misma no da a los usuarios espacios que sean generadores de entornos que la gente ame, como diría Zumthor, y es que el hacer se ha convertido en un tema económico y se ha olvidado que su condición primordial es el SENTIR.
Es por todo lo que he explicado anteriormente, que puedo decir que mi proyecto de intervención, busca, a través de experimentos plásticos, demostrar que los espacios llenos de significado, permiten desarrollar un sentido de pertenencia a los espacios, que hacen que el usuario quiera habitarlos y no simplemente considerarlos como lugares de paso. La metáfora de la piel, es un importante referente conceptual, ya que este se presenta en tres niveles: como la carga simbólica y sensorial que tiene el espacio en si, la piel de los objetos, que son los mediadores entre el usuario y el lugar, y finalmente la piel del habitante, quien cierra el círculo y hace que todo lo que ocurre al interior de un espacio, tenga y sea sentido. Finalmente, y tomando nuevamente las palabras de Zumthor, la finalidad de nuestra búsqueda es la forma bella, la cual siempre consideramos que se limita a la sala de un museo o de un teatro, mientras que esta siempre aparece en cualquier cosa que nos rodea.
Los primeros ejercicios plásticos que desarrollaré estarán mediados tanto por los textos de Juhani Pallasmaa como Peter Zumthor, así como por cinco conceptos trabajados por JJ Beljon en su libro La gramática del arte.
El primer término que utilizaré es el Tejer, y es que para Beljon, este está relacionado con el día a día de las personas, desde el nacimiento hasta la muerte, y es que lo textil se convierte en un arquetipo que ha sido trabajado de distintas formas en el arte desde sus posibilidades como material. De igual forma, la elección de este término va ligado a mi historia personal, ya que esta técnica es para mi una conexión directa con lo femenino de mi familia, el acto de amor de hacer un objeto para usar por otra persona, y que una prenda de vestir deje de ser simplemente indumentaria, para convertirse en memoria viva de un momento determinado. Además de ser un homenaje a mi madre, tías y abuelas, es una manera de compensar mi falta de habilidad y el miedo que siento de no poder compartir estas técnicas con mi descendencia.
El segundo término a estudiar es el de Colección, el cual Beljon define como poner juntas un número de formas que pueden parecerse en aspectos fundamentales, pero que no necesariamente son idénticas. Para mi este concepto tiene una conexión directa hacia mi interés y pasión por lo museográfico, y es que para mi el coleccionar no sólo se limita a la forma, sino al contenido del objeto. Cuando un objeto se vuelve coleccionable, lo separamos muchas veces de su función primaria y le damos una carga simbólica, haciendo que este se adapte a una idea superior, a la cual denominamos tema. Es esto lo que demuestra el poder que tienen las cosas que nos rodean en nuestro día a día para convertirse en significantes de historias superiores a ellos.
Otro concepto que rescatamos del texto de Beljon es Tensar, el cual explica a través de los instrumentos musicales, cuyas cuerdas forman un arco en el que se hacen visible la delicadeza y belleza de este término. Consideramos importante estudiar este apartado, especialmente por la relación que hemos tenido con la música, y la importancia que le da Peter Zumthor para la creación de atmósferas. De igual modo, permitiría explorar un sentido que no es usualmente considerado en el diseño de espacios.
Estudiaremos de igual modo el concepto Contorno, el cual Beljon define como una especie de signo de exclamación, además de citar a Kant, quien decía que la delimitación de las formas es esencial. Nuestra intención de estudiar este término está relacionado con la tensión conceptual que puede generar con la atmósfera, demostrando así que esta no es tan etérea, y es precisamente la delimitación lo que consideramos de importancia para la aprehensión del espacio por parte de los usuario que le habitan.
Finalmente, hablaremos del concepto Piel, sobre lo cual Beljon menciona lo siguiente: la piel causa impacto (...) Experimentamos lo duro y lo blando, lo áspero y lo suave, lo rígido y lo flexible no sólo con nuestros ojos, sino de una manera vibratoria, con el más delicado de nuestros órganos: la piel. Es interesante que este autor ejemplifica la importancia de la piel a través de un ejemplo, en el que explica que en Occidente no acostumbramos a quitarnos los zapatos antes de entrar a la casa, a diferencia de las personas en Japón, y allí las personas pueden percibir la diferencia entre las habitaciones simplemente por el tacto de los pies. Menciono esto, ya que es importante comprender que lo háptico no se da simplemente por tocar algo, esto se trata de una reivindicación de la capacidad que tenemos de sentir, y es que la piel, a pesar de ser el órgano más grande y visible que tenemos, es siempre relegado, muchas veces por ser considerado impuro.
Nota de la autora:
Este es un texto desarrollado para el programa Especialización en Intervención Creativa de la Colegiatura Colombiana, Medellín.
Nos reservamos todos los derechos de reproducción parcial o total de este trabajo. Cualquier uso de este texto sin la correcta cita se considerará como una infracción a los derechos de autor.
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