Creo lo que creo
Esta frase, a pesar de ser corta, conlleva una reflexión sobre lo que es la creación, la creatividad y la creencia, en el sentido de que invita a cuestionar la opinión que tenemos sobre la capacidad creativa del ser humano. Usualmente las personas creen que crear significa hacer algo de la nada, mientras que la creatividad reside en la forma en la que se reorganizan elementos ya existentes que dan paso a algo nuevo. Es decir, la creatividad no se refiere a un producto, sino al proceso para que este sea logrado.
De igual forma, dentro de este proceso, también debemos incluir la experiencia, la cual está exenta de creencias, resultando así en una paradoja, porque es precisamente esta última la que le genera. Es decir, una creencia resulta en una experiencia – sea positiva o negativa – que a su vez, su significación está determinada por la cultura. Es así como estas se convierten en conceptos interdependientes.
Es justamente en este umbral en el que surge la relación creencia – experiencia, donde la narrativa aparece como un recurso modificador, ya que el poder del relato permite que estos sean parte de una identidad cambiante. La experiencia se vuelve única de acuerdo a cada ser humano que la recibe, porque la percepción es personal, y precisamente, cuando alguien se da cuenta de este poder que tiene en sus manos, se reconoce a si mismo como creativo.
Soy capaz de transformar mis creencias a través de mis creaciones. La misma experiencia cambia al modificar la manera en la que me enfrento a ella.
Esta frase permite introducir un componente ético que también forma parte del ser creativo. Con esto, me refiero a que todo lo que se crea debe estar alineado con las creencias personales, además de una aceptación de un contrato implícito, en el que se debe hacerse cargo de aquello que producimos como resultado. La creación es una constante, por lo que al asumirnos como creativos, debemos aceptar que todo lo que creamos conllevará una responsabilidad frente al mundo.
Contar historias es algo serio y complejo
Jerome Bruner en su texto La fabrica de historias, derecho, literatura y vida explica que relatar es una condición casi natural del ser humano. Las personas vivimos bajo el yugo de las historias y cómo son contadas, ya que es la única manera que tenemos de percibir y transmitir nuestra realidad. Es una habilidad, que a diferencia de la escritura, forma parte de nosotros desde el momento en el que abrimos los ojos al mundo y somos capaces de comunicarnos con los que nos rodean.
En el momento en el que somos capaces de dar forma al relato, entra en juego la narrativa, la cual Bruner define como un modelador de la realidad y que legitima lo sucedido, además de configurarse como un símbolo de libertad. Para explicar exactamente en qué consiste este concepto, Bruner hace un recuento histórico de cómo ha sido abordada la narrativa desde la perspectiva de diversos autores. El primero que menciona, y que consideramos el más importante para el desarrollo de este texto, es Aristóteles, quien en su Poética aborda el problema de la mímesis, en el que se cuestiona si el arte debe ser una representación fiel de la realidad o es una representación mediada por el autor. Es en este momento que nos cuestionamos el valor del arte como un documento fiel del espacio-tiempo en el que se produjo o destacamos su valor creativo. Por ejemplo, ¿es más valiosa una fotografía de la Catedral de Rouen o la serie que realizó Monet en distintos momentos del día para captar la incidencia de la luz y las variaciones del color en su fachada?
Bruner, también destaca en su texto cómo el narrar implica conocimiento, ya que para él, las historias son las que modelan al mundo y permiten su expansión. Además, narrar algo significa transformar lo cotidiano en extraordinario, porque si tenemos en cuenta la peripetéia aristotélica, toda historia implica un conflicto, de este modo, algo que puede resultar tan banal como vestirse por la mañana puede convertirse en una aventura cuando algo extraordinario sucede y lo vuelve relato.
Este punto sobre el poder de la narración y las palabras resulta de extrema importancia para mi proceso como diseñadora, ya que en él busco que las personas sean capaces de reconocer los relatos contenidos en los espacios y sus objetos, además de las posibilidades que se crean cuando un diseñador explora el potencial del relato para crear lugares, que en palabras de Marc Augé, se convierten en vitales, históricos y narrativos.
Narrar no es inocente
Por todo lo expuesto anteriormente, consideramos que la narración no puede ser tomada a la ligera o como algo automático. En el momento en el que somos conscientes de su poder creador, esto representa una mayor libertad, y si incorporamos la deliberación, las cosas que hacemos dejan de ser algo secundario para convertirse en decisiones.
La narración es una transfiguración de lo banal, que nos da una especie de súper poderes que permiten tomar las riendas del espacio-tiempo que habitamos, y es que este último, al ser una construcción narrativa o representativa de la realidad, podemos manipularla de tal modo que la percepción que tenemos de los hechos se modifique. Una experiencia negativa puede convertirse en positiva en el momento que decidimos re-crearla.
La narración, por otro lado, por sus posibilidades de creación y re-creación, es la mayor herramienta de empoderamiento que tenemos los seres humanos, y en la medida que comprendemos sus posibilidades y la manera en la que moldea nuestra vida y cultura, seremos capaces de convertir al mundo en un lugar mejor para todos.
En mis proyectos quiero presentar las posibilidades del relato estético desde la creación del espacio y el potencial de narrar a las personas que lo habitan, esto desde su configuración, los materiales, los objetos que contiene y la percepción del humano que lo transita. Utilizando la metáfora de la piel como órgano esencial para la percepción, y reduciendo el poder que tiene la vista sobre los otros sentidos, quiero que el espacio se convierta no solo en lo que existe, sino en los hilos de relatos que se entretejen como membranas, que dan forma, que protegen, pero que a su vez son conductores de sentido.
Entiendo, desde el estudio de las partes que conforman una narración, que busco crear una relación anagógica entre el ser humano que percibe, la narración y el espacio, haciendo que este no se limite a lo que vemos como habitantes, sino que realmente sintamos lo que los lugares tienen para ofrecernos como experiencia.
Nota de la autora:
Este ensayo fue producto de la asignatura Seminario de Reflexión III del programa Especialización en Intervención Creativa de la Colegiatura Colombiana, Medellín.
Nos reservamos todos los derechos de reproducción parcial o total de este trabajo. Cualquier uso de este texto sin la correcta cita se considerará como una infracción a los derechos de autor.
Puedes consultar otros textos académicos de nuestra autoría en https://colegiatura.academia.edu/AdrianaLorenzo
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